viernes, 27 de noviembre de 2009

Capítulo 9 [Cansancio]

La sangre se me heló al oír aquella voz. La reconocí al instante. Esa suave voz que conocía mi nombre, que se había dirigido a mí, ya en dos ocasiones. Tome una bocanada de aire y continué mi camino nerviosamente hasta dar la vuelta. Hice lo que me dijo y me senté cuidadosamente en el pequeño sofá individual situado a su derecha. Cuando me apoyé sobre el mullido almohadón, repentinamente me sentí muy cansada, una niebla cubrió mi mente, y se me hacía difícil mantener la lucidez. No quería dar muestras de ello, pero de todas formas, mi anfitrión se percató, aunque su rostro no mostró imagen de preocupación alguna.

-Comprendo que estés cansada Alice. Es algo normal, suele suceder las primeras veces que ingresas. Esta... realidad digamos, es un poco distinta a la suya y suele causar fatigas.-

Hablaba tan calmadamente, con una voz tan suave y acogedora que logró calmar mis nervios, pero, a su vez generó una aun mayor sensación de somnolencia en mí. “Por favor, no otra vez, déjame un rato mas...” No quería caer dormida nuevamente, quería al menos seguir oyendo aquella hermosa voz, dado que su figura me era casi ininteligible ya.

-Oh, es una lástima que ya debas regresar querida. Descansa, pronto nos veremos.- Y con esas últimas palabras caí rendida en el sofá, mientras un suave guante acariciaba mi mejilla.

Una hermosa sensación de paz y tranquilidad me cubría. Por la ventana se colaban unos rayos de luz anaranjados. Estaba... feliz. No, no debía estar feliz. Debería estar sumamente molesta conmigo misma. No pude haberme dormido cuando ya me encontraba frente a él... No me importa que sea algo normal, no puedo ser tan débil. La culpa comenzó a intentar cubrir esa felicidad, pero le fue imposible al recordar esas palabras “...pronto nos veremos.” Deseaba verme. Y el recuerdo de aquella mano enguantada posándose sobre mi mejilla fue lo que faltaba para dibujar una sonrisa en mi rostro.

Me senté en la cama. Quería pensar en todo lo sucedido, recordar todo lo que había visto, aquellas mágicas habitaciones, el paisaje... pero las ansias por regresar me invadían. No podía detenerme a recordar, quería vivirlo nuevamente. Hay veces, en las que conoces algo nuevo, sin lo que habías podido vivir toda tu vida, pero rápidamente te haces adicto a ello, y quieres verlo, tenerlo, vivirlo, oírlo, una y otra vez, y cada vez, más frecuentemente.

Bájenme a la realidad. O a lo que mejor le quepa el adjetivo. No se puede vivir de recuerdos, quiero ir nuevamente y permanecer ahí hasta que mi curiosidad esté satisfecha. Deberé estar bien descansada para ir y no caer dormida al poco tiempo, como ya me paso. Quizás con la “práctica” pudiese resistir cada vez más... Él dijo qué era algo normal sentir somnolencia las primeras veces por... no recuerdo por qué, estaba muy cansada ya. De todas formas, ahora no me siento adormecida. En realidad, estoy extrañamente feliz y lúcida, como quien despierta de un bonito sueño. Eso es algo bueno.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Capítulo 8 [Segunda Caída - Explorando]

De rodillas en el césped pensé “¡Sí, lo he logrado! ¡Estaba en lo cierto, todo esto es real!” Levanté la vista, y al intentar pararme, la cabeza me dio vueltas de una forma tan brusca que debí sentarme un momento. “No es nada, me levanté muy rápido” pensé. Me quedé allí un minuto admirando la escena. Me sentía algo cansada, y sin que yo lo notase, el antiguo espejo de la casa de mi abuela, ya no se encontraba detrás mío.

Todo era como lo recordaba: un hermoso jardín que se extendía infinitamente hacia el horizonte. Flores de todo los colores imaginables formando bellos diseños en el suelo. Un radiante sol iluminaba todo y le daba al verde del césped una intensidad casi irreal. Cada cierta distancia había enormes árboles con grandes y perfectas copas color esmeralda las cuales resplandecían al sol y movían sus hojas al compás de la brisa. Era todo como una hermosa tarde de verano, pero sin ese calor abrumante.

Cuando logre recuperar la compostura me paré e instintivamente caminé hacia aquella torre. Era ancha, terminaba en un cono con forma de espiral y no era demasiado alta. En lo alto tenía una pequeña ventana ojival. Por un momento imaginé la típica escena de la princesa atrapada en el castillo... Já, esas cosas no existen... Bueno, quizás si; en teoría esto no debería ser real. O, tal vez, si hubiese habido un balcón podría estar Julieta, esperando a por Romeo. O lo más parecido que se le presentase.

Fantaseando de esa manera, me encontré a las puerta del “castillo”. Estaban abiertas, así qué entré sin pensarlo. Se extendía frente a mi un corto pasillo que desembocaba en un jardín del cual no pude ver mucho. Solo sé que tenía cantidades de flores y una bonita fuente. Parece costumbre que todo aquí tenga flores. A mi derecha se me presentaba una ancha escalera de mármol negro, en espiral, con una muy delicada baranda de metal forjado. Me tomé del pasamanos y subí lentamente, admirando cada detalle.

A los pocos escalones me encontré con una hermosa sala. Tenia un suelo de oscura madera y muebles de roble. En el centro había un juego de sillones estilo barroco con una mesita de café a tono. En las paredes se extendían altas bibliotecas con libros perfectamente ordenados. El techo, además de ser altísimo, tenia en el centro una enorme araña plateada con pequeños cristales en forma de lágrima que colgaban de ella. Contra la pared izquierda se encontraba un tablero de ajedrez con pie de madera torneada y una silla a cada lado. Un detalle llamó mi atención: las piezas. Desde donde estaba, agucé la vista y logre ver a grandes rasgos que eran pequeñas personitas. Era precioso, siempre había querido tener uno así.

Di unos pasos más y entré a la silenciosa habitación. Me dirigí hacia el juego de sillones que se encontraba frente a mi. Alcancé a ver sobre la mesita, una gorda tetera gris, con dos pequeñas tacitas de té situadas a los lados, apoyadas sobre platitos a juego. Quizás había alguien allí y no se había percatado aún de mi presencia. Seguramente había alguien, no creo que estuviese vacía la casa. Probablemente había mas de una persona... o esperaban visita, ya que había dos tazas.

Un tanto temerosa, articulé un débil “¿Disculpe?” mientras rodeaba el sofá que me daba la espalda. Y antes de que lograra dar por completo la vuelta, una aterciopelada voz se dirigió a mi.

-Finalmente estas aquí, Alice. Por favor, toma asiento preciosa.

viernes, 30 de octubre de 2009

Capítulo 7 [Esperanza]

Durante la merienda no se habló mucho. Nada más que algún que otro comentario trivial. Mientras bebía casi mecánicamente mi té de Chai, mi cabeza estaba en otro sitio muy lejano a esa sala. A decir verdad, aquel era uno de mis tes favoritos, a diferencia de mi abuela que prefería cosas “mas tradicionales” como les llamaba. En realidad creo que hacía ese té sólo porque yo lo había comprado, sino con suerte tomaría tradicional, o nada. También, comí unas pocas galletas; solo por hacer algo.

Ni bien terminé de beber, me retiré a la habitación sin pedir permiso; un simple “Gracias” bastaría. Entré rápido sin necesidad, agarré mi teléfono de la cómoda y me senté en el sillón. Permanecí unos minutos mirando al vacío, jugueteando con el aparato entre mis dedos. Casi inconscientemente lo abrí y miré la hora. No se que hora era; no le presté atención. Volví a cerrarlo y continué con mi inútil tarea.

Pronto, un sueño extraño comenzó a apoderarse de mi. Apoyé mi cabeza sobre mi mano y sin desearlo cerré los ojos. Estaba perfectamente consciente de todo lo que sucedía a mi alrededor, totalmente atenta a cualquier sonido. Díganme paranoica; pero si yo no estoy alerta nadie lo hará por mi. Durante el sueño es el momento en que se es más vulnerable.

No me agradaba nada estar en ese estado, así que, finalmente reuní fuerzas y me levanté. Todo parecía estar igual.. No. Yo había cerrado la puerta. No podía haber entrado nadie... ¿O si?

Pasé de la habitación al pasillo casi corriendo. Sabía donde encontrar lo que buscaba. Con a misma velocidad subí por la angosta escalera y llegué al ático. Imposible. Es imposible que un reflejo sea borroso. Mi figura se veia difuminada. No disminuí mi velocidad mientras entraba y me dirigía hacia el espejo. Una infinitésima antes de estrellarme contra él, y casi por instinto, extendí los brazo frente mío, teniendo la seguridad de que lo traspasaría.

De un momento a otro, dejé la antigua casa de mi abuela, para sumergirme en un universo líquido plateado. Me cubría completamente. Sabía lo que tenía que hacer: un paso más. Casi flotando, avancé. Al momento en que noté donde me encontraba, me ví cayendo de rodillas sobre la hierba. Un radiante sol cubría los jardines, y apenas una suave brisa hacia oscilar mi cabello. A lo lejos, la torre, y un pequeño roedor blanco corría enérgicamente hacia allí.

viernes, 16 de octubre de 2009

Capítulo 6 [Desilución]

Pasé el resto de la mañana en el jardín, pensando en nada, solo mirando perdidamente el cielo. Quería hacer algo al respecto, y sabía que quedándome allí no lograría mucho, pero una parte de mi deseaba quedarse allí para siempre. No quería que la felicidad que me inundaba se desvaneciera...Pero debía investigar. Tenía que saber algo más sobre lo que había ocurrido, sobre aquél lugar y aquella persona. Además, también estaba la incógnita de por qué mi abuela sabía tanto.

Luego de un tranquilo almuerzo, subí a la que era mi habitación y comencé ver si había indicios de que algo hubiese sucedido. Si realmente una rata gigante había tirado el lapicero de mi escritorio, éste debería estar en el piso. Efectivamente allí estaba. Lo levanté y lo volví a su lugar original. Luego; no conozco ningún animal que no deje pelos por donde pase. Me dirigí a los pies de mi cama, y también allí había otra prueba: unos pequeños pelos blancos dispersos por toda la alfombra. Bueno, aparte de esas dos cosas no se me ocurrían buscar otras pruebas, pero creo que con eso es más que suficiente para probar que no estoy loca. A menos que esté alucinando, claro, pero es poco probable.

El siguiente paso que se me ocurrió fue dirigirme al ático. No sabía bien qué buscaba. Entré como esperando encontrarme con algo extraño o que me sorprendiese. Pero no, todo estaba como siempre. Esa energía del cuarto aun estaba, como de costumbre. Me acerqué al espejo. Dediqué unos largos segundos a mirarlo, a apreciar cada detalle. Y, finalmente, vi en él mi reflejo. Era el mismo de todos los días, nada había cambiado. Excepto por un pequeño detalle: el lazo en mi muñeca. Por fin, me decidí a tocar el espejo, quizás, con la esperanza de que mi mano lo atravesara. Pero no fue así. Nada sucedió. El frío vidrio bajo mi mano seguía tan sólido como lo fue siempre. Un tanto decepcionada le di un golpecito con el pie. Lo mismo; nada sucedió. Una vez más. Si, lo intentaría una vez más. No se por qué seguía esperando que algo sucediese, ya había comprobado que al parecer era solo un espejo normal. Apoyé ambas manos sobre el vidrio y ejercí una pequeña fuerza sobre él.

Incrédula regresé a mi habitación y me arrojé sobre el sofá frente a la cama. Aun no podía creer que no hubiese sucedido nada. Pero yo tenía pruebas de que lo sucedido la noche anterior era verídico.

Luego de pensarlo durante un rato, llegué a la conclusión más obvia: me había sido imposible atravesar nuevamente el espejo. Darme cuenta de aquello me desilusionó de tal forma, hasta el punto de casi no querer bajar al momento en que mi abuela me llamó para tomar el té. Pero debía continuar con mi búsqueda, no permitiría que esto acabe aquí.

Me levanté del sillón y bajé rápidamente al living donde ya se estaba sirviendo el té.

lunes, 5 de octubre de 2009

Capítulo 5 [Conocimientos]

Debió haber pasado bastante tiempo, porque cuando abrí los ojos el sol ya había salido y mi abuela estaba en la puerta mirándome. Me incorporé rápidamente y fui a saludarla. Por alguna extraña razón tenia una expresión como de ternura, o complacencia en su rostro. Quizás la mía representase una cierta alegría, pero lo dudo.

Noté que el paquete de galletitas se había volado de donde yo estaba recostada, así que fui a recogerlo. Mientras tanto, mi abuela salió al jardín y se sentó en uno de los sillones de metal. Si hubiese sido por mí, me habría sentado en el césped, me encantaba hacerlo, pero opté por tomar asiento frente suyo.

Se tomó un tiempo algo extenso para observarme, con una rara expresión de felicidad en el rostro. Finalmente me preguntó por mi estado de ánimo. Que extraño que quisiera hablar sobre algo como mi humor y no sobre la hora en la que había despertado o los ruidos que posiblemente haya escuchado en la noche. Dudo mucho que no haya oído nada.

-... Ehm... bien. ¿Por qué tenés esa expresión tan feliz?- Me digné a responder luego de meditar mi respuesta, y tomé el atrevimiento de cuestionar la forma en que me miraba.

-Me hace feliz verte así. Hacía tiempo que no estabas tan animada.- Definitivamente esto ya era extraño. ¿Animada? A mi no me parecía. Si, tenía una cierta alegría interior que era un tanto extraña... Creo que era producto de los recuerdos... Pero de ahí a que mi rostro lo manifestara tan notoriamente... De todas formas la duda y confusión aún me carcomían, así que continué con mis preguntas.

-¿Cómo que animada?- Decidí decirle finalmente

-No estoy por completo segura de saber todo lo que sucedió. Pero sé que es algo bueno. Al menos para ti. Búscalo.

¡¿Que?! Esto era demasiado para mi. ¡¿Acaso mi abuela sabía algo sobre lo que me había ocurrido?! ¿Por qué hablaba como si lo comprendiese? Sabía algo que yo no...

-Abuela, no comprendo.

-Ya lo harás...

-¿¡Qué sabés!? –Estaba desesperándome- Si... ocurrió algo...- No se por qué me detuve ahí. Por alguna razón, me daba un tanto de vergüenza decirlo. Desconozco el motivo, al fin y al cabo, ella era la persona que más me comprendía en estos temas que escapan a las leyes científicas, por así llamarlo, así que no tenía razón como para temer a su respuesta.

-Nunca supe demasiado de ello. Yo también lo presencié, en su momento. Pero me aterró la idea y regresé. No quise saber nada más de eso. Y lo oculté. Al parecer vos no tuviste la misma impresión. Al contrario, casi parece haberte gustado jajaja.- Creo que por un segundo hasta me sonrojé. De pronto, su expresión misteriosa cambió por una mucho mas dulce –Olvida la lógica y busca la fantasía, sabés que es real, no quieras engañarte con razonamientos.- Se levantó con una sonrisa y enfiló de regreso a la casa.

Yo seguía sin comprender demasiado a que se refería, pero ya me había quedado claro que algo sabía. Que sabía a lo que me refería y posiblemente, hasta lo hubiese visto en algún momento de su extensa vida.

Pero, antes de marcharse, se detuvo en mi mano que estaba sobre la mesa, haciendo ruido nerviosamente con las uñas en el vidrio. -¿Cómo? ¿Acaso aun no te percataste? Creí que serías más perspicaz.- Dijo con una sonrisa burlona. Mi expresión de confusión seguramente era genial.

Tomó mi mano, la frenó y me la entregó. La dejó frente a mi cara antes de marcharse. Yo la sostuve inconscientemente allí mientras miraba extrañada cómo mi abuela regresaba a la casa, al tiempo que en mi mente seguían creándose infinitas incógnitas.

Cuando ya se había ido, me percaté de que aun tenía la mano elevada. Enfoqué mí vista en ella y lo que siguió fue increíble: Un delgado lazo color violeta se encontraba atado a mi muñeca.

La sonrisa que se dibujó en mi rostro no tiene explicación.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Capítulo 4 [Dudas]

Decidí aceptar todo lo ocurrido como realidad. Fue entonces cuando comencé a plantearme seriamente una enorme cantidad de dudas. En primer lugar ¡¿Por qué seguí a esa cosa?! En realidad, ¿Por qué apareció una rata de un anormal tamaño y color en mi habitación? Tenía una energía misteriosa que me impulsó a seguirla. Me pareció algo esperable que se dirigiese al ático, al espejo en especial. No se, pero es la habitación mas... mágica de la casa. Luego, algo... alguna fuerza extraña venció mi cordura y me impulsó a intentar atravesar un espejo. ¡Y lo logré! ¿Logré atravesar un espejo? Logré atravesar un espejo. O eso creía... o al menos quería creer. Sentía un enorme deseo de creer que todo fue verdad. Quería creerlo fuese como fuese, por más que debiese enfrentarme a mi propio sentido común. Es que, fue tan... hermoso. Tan perfecto. Por más que careciese de cordura mi experiencia de la noche anterior, me esforzaba por pensar que había sido verdad.

De aquel misterioso lugar no recuerdo demasiado. Se que atravesé el espejo, y luego de una oscuridad total que me abrumaba, aparecí en un jardín. Si, eso lo recuerdo. El jardín parecía interminable hasta donde alcanzaba la vista. Yo estaba parada en un trozo de césped, y había miles de flores ubicadas perfectamente formando distintos diseños. Recuerdo que alcancé a ver algo así como una casa de estilo antiguo, que tenía una torre que resaltaba. Y también... creo haber oído una voz. No estoy muy segura de lo que dijo, pero era hermosa. Dijo algo sobre alguien... un pedido... Aún no lograba descifrar que había querido decir con “pedido”. ¿Qué querían de mí? ¿Debo suponer que esa rata era algo así como un mensajero? Quizás le habían mandado a llamarme. Pero eso no tenía sentido, ¿Que podría hacer yo por...ellos o... eso? Además de que todo era tan perfecto... no parecía que hubiese ningún problema. Y dudo que hubiesen querido invitarme a tomar el té. ¿Aunque por qué no? Hubiese sido agradable...

El paquete de galletitas ya había quedado vació. Mientras más tiempo transcurría, más dudas se me presentaban, y más hipótesis yo creaba. Cada una más loca que la anterior. Era genial.

Me recosté sobre el pasto y me dediqué a mirar el cielo con la mente en blanco. Mentira. En realidad, sí había algo que ocupaba mi mente. Era esa voz tan perfecta, que provenía de aquella figura tan hermosa, la cual casi no había logrado contemplar.

Quedó dando vueltas en mi mente. No pensaba acerca de ello, solo estaba allí, ocupando un lugar. No estaba planteándome dudas ni creando hipótesis acerca de él, solo me dediqué a admirar y disfrutar los breves recuerdos suyos que poseía.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Capítulo 3 [El Retorno]


Todo se veía oscuro y nublado. Lentamente abrí los ojos, me costaba hacerlo. No podía ver demasiado, la luz era muy tenue. Me encontraba tendida sobre algo mullido, no lograba darme cuenta de donde estaba. Me senté y la cabeza me dio vueltas por lo que debí agacharla un momento. Cuando logré recuperar un poco la estabilidad me enderecé y abrí los ojos lo más posible. Me dolía la vista, como cuando acabas de ver una luz muy fuerte. Me refregué un poco la cara con las manos, sentía un tenue dolor. Poco a poco comencé a distinguir las figuras. Caí en la cuenta que estaba sentada sobre una cama, y al parecer me encontraba en una habitación común y corriente. Claro, era mí habitación.

Me dolía casi todo, más que nada la cabeza y la vista; estaba un poco mareada también. Era una sensación extraña. Me levanté de la cama y fui hasta el ventanal. Abrí un poco la persiana, para comprobar si era de día o de noche. Aun era de noche. Una tenue luz se filtraba por los espacios. Posiblemente ya estuviese por amanecer. La confusión me atormentaba, no podría volver a dormir.

Aun sin creer que me encontraba en la habitación de la casa de mi abuela, fui hasta el placard y tomé algo de ropa. Lo primero que encontré fue un jean gastado, negro, y una remera de un recital del año pasado, lo agarré y me lo puse. La verdad no me importaba demasiado que estuviera vistiendo. Me calcé las zapatillas y las dejé con los cordones sueltos. Bajé a la cocina. Ni siquiera prendí la luz. Agarré un paquete de galletitas que había en un cajón y enfilé hacia el patio trasero.

Por más que había un hermoso juego de sillones y mesa de jardín, todos de metal forjado, preferí sentarme en la hierba, frente al pequeño lago artificial que mi habuela había pedido construir cuando yo solo era una niña. En el centro había una fuentecilla no muy alta, que aun funcionaba. Flores las había por doquier, y estaban hermosas. En verdad nunca me gustó demasiado la jardinería ni la decoración, no suelo darle mucha importancia a cuestiones estéticas, pero amo admirarlo. La armonía y la paz que tenía ese jardín eran tan bellas. Aun no había mucha luz, era muy temprano. Abrí el paquete y comencé a comer casi mecánicamente, mientras miraba el agua de la fuente como caía eternamente.

A medida que la luminosidad aumentaba, mis dudas y mi confusión crecían. No comprendía que había pasado esa noche. ¿Realmente había sido verdad, o todo fue un simple sueño? En aquel momento, era muy consciente de que era verdad, además de que durante todo ese tiempo usé un pensamiento muy racional. Bueno, quizás seguir a una rata gigante a las cinco de la mañana e intentar atravesar un espejo no sea demasiado racional, pero yo era consciente de que eso era una locura. ¿No se supone que en los sueños olvidamos la lógica de las cosas?

Noté también, que estaba muy cansada. Eso podía ser una prueba de que había sido verdad... o de que no había dormido bien. Había permanecido despierta hasta muy tarde, y desperté apenas entrada la mañana, era lógico que me sintiese cansada. No había descansado casi nada. A decir verdad, creo que lo único que dormí fue desde el momento en que... que aparecí en un... jardín..., cuando caí rendida, hasta hace unos minutos. Claro; siempre y cuando, suponiendo que todo lo que había vivido esa noche fue real.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Capítulo 2 [Primer Caída]

La cena fue tranquila, mi abuela había preparado flan de postre.

Luego de cenar, me bañé y me puse el pijama. Decidí quedarme a ver algo en la televisión, hasta que me aburrí y subí a la habitación. No tenía muchos libros allí, pero algo había. Me gustan las obras de teatro. Agarré “Sueño de una Noche de Verano”, no era de mis favoritos, a decir verdad, prefiero “Romeo y Julieta”, pero lo tenía en mi casa. Es una historia muy fantasiosa... ojala la realidad pudiese ser solo una décima de eso... Lástima que siempre todo se arruine por un pequeño mal entendido...

A la mitad del libro, más o menos, lo dejé sobre la mesita de luz e intenté dormir, ya era tarde. Pasaban los minutos y no podía dormir. Pasaban las horas, y seguía sin poder dormir. Había algo que me mantenía alerta, esa sensación de esperar que algo suceda para poder presenciarlo, o protegerse. Ya se me estaba tornando molesto, yo solo deseaba dormir. En ese momento ya no me interesaba ni que los alienígenas abdujeran a la gata, ¡tenia sueño!

Posiblemente, ya estuviese por amanecer, y yo aun no había dormido nada. Entonces, fue cuando escuché un ruido de algo que se caía cerca del escritorio. El lapicero estaba en el piso. Me senté en la cama y encendí el velador. ¡Una especie de rata grande estaba encima de mi escritorio! Ya había visto otras veces ratas en la casa de mi abuela, era una casa muy antigua, pero nunca algo tan grande... además, lo que más me llamó la atención fue su pelaje blanco. Se bajó y camino hacia la cama. ¿Por qué no estaba gritando? Algo en ella me intrigaba y me obnubilaba. Fue hacia la puerta, que estaba entreabierta. Cuando llego al otro lado, se giro y me miro. No tuve mejor idea que seguir a una rata a las cinco de la mañana por la casa de mi abuela. Nunca supe en verdad por qué lo hice. Al pararme, me tambalee y casi caigo de rodillas al suelo, tenia demasiado sueño.

Creo que, en alguna parte de mi, sabia que entraría a la habitación del espejo. Producían esa misma sensación especial, cautivadora.... En el instante en que puse un pie sobre el otro lado del marco de la puerta que daba al ático, el animal salio corriendo y atravesó el espejo. Me quedé helada. Todo me impulsaba a seguirla, pero aun me quedaba consciencia como para creer que todo era un sueño, como para saber que eso era físicamente imposible. Finalmente, la magia del momento se apoderó de mí, y, casi inconscientemente, caminé hasta el espejo e intenté traspasarlo. Para mi sorpresa, o quizás no tanto, ya que, en cierta forma, esperaba que sucediera, lo traspasé. Un líquido extraño y plateado me cubrió por completo, pero nunca llegó a mojarme. Fue un momento de oscuridad absoluta, y, por un segundo, fui presa del pánico, ¡¿en que me había metido?! Pero, al instante, divisé un horizonte. Solo me tomó tres pasos más salir de esa oscuridad y aparecer por completo en un enorme jardín.

El donde estuviese no me importó tanto, ya que comencé a buscar con la mirada a esa extraña rata. Oí una voz que me llamaba “Alice, veo que supiste interpretar el pedido de Reich.” ¿De quién era esa voz? Era hermosa. ¿De que pedido me hablaba? No comprendía a que se refería, y aun no encontraba al animal. Me giré y di dos pasos hacia mi derecha, fue entonces cuando vi una silueta alta y delgada, vestida con extraños ropajes coloridos. Fue lo único que pude notar, ya que al instante caí dormida allí mismo; no resistía más.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Capítulo 1 [Un Comienzo]

¿Señorita McGee?... ¡Señorita McGee!-. Esa voz me devolvió a la realidad.- ¡¿Señorita McGee, acaso considera aburrida mi clase de lógica?!- Maldita realidad.

Y he aquí, otro aburrido día de escuela... Como desearía ya no tener que estar aquí nunca mas, ni soportar las odiosas clases de lógica. De verdad, ¿a quién le importa si A+B=C? Ahora vienen a decirnos que hagamos cuentas con letras pfff, y encima, tienen el descaro de llamarle lógica.- ¡... y si vuelve a suceder se deberá retirar de mi clase!, ¿comprendió señorita McGee? Ahora, continuemos con la clase, que por culpa de la señorita McGee debí interrumpir-. Por fin el sermón había terminado.


En casa de mi abuela, mi hermana menor jugaba con sus muñecas en la sala, mientras mi abuela cocinaba algo en la cocina, posiblemente brownies; para mi hermana, obvio. Siempre me molestó esa actitud. De todas formas, sentía un extraño aprecio por mi abuela, o curiosidad o... no se, pero disfrutaba de ir de visita ocasionalmente.

Creo que ya es usual en las abuelas que tengan una enorme casa, decorada con hermosos muebles antiguos, ventanas que no dejan que entre bien el sol, haciéndola algo lúgubre, y siempre, todo sin una mota de polvo. Es tan... pintoresco. Como de costumbre, había un enorme ático, lleno de cosas maravillosas prácticamente tiradas. Recuerdo claramente, un día, yo era pequeña y había entrado allí corriendo, tropecé con una tela y caí al piso. Frente mío había un enorme espejo que fácilmente triplicaba mi altura. Me paré y me contemplé a mi misma por un largo rato, como lo haría tantas veces hasta el día de hoy. Tenía algo tan cautivador... Mi abuela me había contado que estaba allí desde mucho antes que yo naciera. No comprendía como una cosa tan hermosa no estaba en su habitación, o en algún otro cuarto. Me respondió que la hacía sentir observada, y por momentos, hasta incluso alejada de la realidad. Así que era cierto, realmente tenía algo especial... o al menos no era la única loca.

Del día en que me contó aquello habrán pasado unos seis años, posiblemente yo tuviese diez o nueve por ese entonces, y no comprendía muy bien la realidad que me rodeaba... aunque sigo sin comprenderla, y seguramente nunca lo termine de hacer.

-Si que eres estúpida, mírate, viendo la televisión estando apagada.- Mi hermana se burló de mi. Solía hacerlo. Maldita liliputiense. Otra vez me había sumido en mis pensamientos, olvidando el mundo que me rodeaba. Solía sucederme, y aun más últimamente.

Mi abuela llegó con la bandeja de brownies y se los dio a mi hermana, obviamente, sin ofrecerme antes; luego, me encendió el televisor. Me levanté, lo apagué y tomé un brownie de la bandeja sin pedírselo. Creo que esto último ya era costumbre. Ni que me encantaran, pero siempre estaban buenos.

Oí que tocaban el timbre; seguramente era mi mamá, ya se hacia tarde. Fui a abrir la puerta y mi abuela llegó tras de mi unos segundos después. Efectivamente, era mi madre. Estuvo un rato charlando con mi abuela, y luego se fue con mi hermana. Era viernes, así que decidí quedarme a dormir allí.

Demás está decir que pasé una extraña noche.