viernes, 22 de enero de 2010

Capítulo 11 [Reproche]

Subí arrastrando los pies por la escalera, mientras que mi cabello iba formando un camino de gotitas detrás mío por donde pasaba. Tomé una toalla aun húmeda que había dejado sobre el sofá de mi habitación, con la que me sequé un poco más la cabeza para no empapar la almohada. Lo estrujé con pocos ánimos y arrojé la toalla a donde estaba antes. Con la mente en blanco y aun un poco malhumorada, me metí en la cama, me tapé y comencé a mirar la pared sin hacer ni pensar nada.

Los minutos empezaron a correr y cuando me di cuenta, estaba despierta, sentada en una hermosa sala de estar. Yo conocía ese lugar, claro que si, era la habitación donde él me había “invitado a tomar el te”. Me encontraba sentada en el largo sofá doble, y mi anfitrión a mi lado. Involuntariamente mi rostro tomó un color rojizo por la vergüenza de estar en pijama frente suyo, o mejor dicho a su lado, bah. Pero al mirar hacia abajo, denoté que llevaba puesto un enorme vestido negro, lleno de telas con puntilla por todos lados. En mis manos y antebrazos había unos larguísimos guantes a tono, calados, con diseños florales, y también noté llevaba el cabello recogido en algún extraño peinado. En otra situación quizás me hubiese agradado aquel atuendo, pero me resulto horrendo. Parecía salida de un funeral.

Él me hablaba de no se qué, a parte de que por algún extraño motivo no le prestaba atención, no podía entender nada de lo que decía:

-“¿adecus euq sarepse euQ? ,adatnes íuqa secah éuq es on Y”- Era tan extraño... como si no quisiese que comprenda... Parecia... estar hablando en un idioma que desconocia... No, ¡lo tengo! ¡Estaba hablando en reversa!

-¡it a odot árdnev on ,amsim it rop ogla zaH¡-

Haz algo... por ti mis-misma... no vn-vendrá todo a... a mi. Al comprender aquella frase me quedé helada y una presión apareció en mi garganta. Tenia tanta razón, no estaba haciendo nada por averiguar qué sucedía, solo esperaba a que las cosas vengan a mi. Ya vino demasiado hacia mi, tengo que esforzarme y buscar respuestas por mi misma ahora.

Desperté sobresaltada en mi cama y una capa de sudor me cubría el rostro. Miré sobre mi mesita de noche el reloj: 6:32. No había dormido mucho más de tres o cuatro horas, así que no podía levantarme ahora a emprender mi búsqueda. Sin contar que eran “las tantas de la madrugada”. De todas formas, no podía ir sin haber descansado bien o caería rendida al poco tiempo... Me acomodé del otro lado de la cama e hice un esfuerzo por volverme a dormir pensando en lo que acababa de soñar. Esta vez, mi descanso no fue interrumpido hasta eso de las 10 y algo, que el sol ya empezaba a molestar y mi abuela hacia ruido abajo.

De acuerdo, tenia que comenzar a pensar qué haría... No. No iba a pensar nada, solo lo haría. Iría a hablar con... caí en la cuenta de que ignoraba su nombre. Pero él conocía el mío, eso no era justo. Bueno, esa sería una de las cosas que le preguntaría. Necesitaba saber qué querían de mi, o qué era yo para ellos, por qué a mi... Cientos de preguntas comenzaron a revolotear, y rápidamente llenaron mi cabeza.

Sin pensarlo, saqué algo de ropa del armario y me vestí, luego bajé mecánicamente a desayunar algo, casi no pensaba lo que hacía, mi mente estaba cuestionándose miles de cosas, haciendo hipótesis sobre nada y derrumbándolas al mismo tiempo. Me serví un poco de leche y mientras se calentaba me estiré hasta la alacena para tomar unas galletitas de agua. Al oír el timbre del microondas saqué mi taza y fui a sentarme en la mesa del comedor. Mi abuela estaba en el jardín cuidando sus plantas, genial, no molestaría con preguntas extrañas, por qués y cómos. ¡Maldición! Estaba demasiado caliente la leche. Detesto la leche fría, no comprendo como hay gente que puede tomarla así, pero esto era demasiado. Empecé a revolver el líquido blanco manchado de cacao enérgicamente con la cucharita mientras con la otra mano comía trocitos de galleta. En realidad todo esto del desayuno eran puras formalidades, una estructura diaria, porque lo que realmente quería era terminar para poder ir lo más rápido posible al ático. Tenía que regresar.

La maldita leche seguía sin enfriarse, y yo ya me había comido casi todo el paquete de galletitas. Tomé unos sorbos como pude mientras terminaba de comer. Con la mitad de la taza aun llena, me levanté, tiré a la basura el paquete vacío y dejé los restos de mi desayuno sobre la mesada de la cocina. Entonces, emprendí camino. Iría a buscar información, todo lo que pudiese saber quería saberlo. Antes de subir al ático, pase por el baño a lavarme la cara y peinarme un poco, no la gran cosa, pero tampoco podía parecer recién salida de un ataque de zombies. Y ahora si, al espejo.

Sabía que lograría entrar al primer intento, estaba segura de eso. Y así fue.

jueves, 14 de enero de 2010

Capítulo 10 [Emociones Cambiantes]

Noté que ya estaba anocheciendo, maldición, otra vez pierdo la noción del tiempo allí. Bajé a ver si mi abuela estaba preparando algo de cenar. No, se había quedado dormida en el sofá. Bueno, tampoco era hora de la cena. De todas formas no tenia hambre, me sentía fantástica. No sabía bien que hacer. Sueño no tenía, hambre tampoco, no quería solo sentarme a recordar, debía hacer algo pero qué... ¿qué?

Subí a mi habitación sin un propósito específico. Quizás leería algo; no lo se. Busqué entre los libros que tenía, pero no me apetecía ninguno. Me eché en el sillón a mirar a la nada. No quería intentar hacer algo en el ático, sabía que nada sucedería. Eso me llamaría cuando quisiese que vaya, así que sólo podría esperar. Sin saber que hacer, comencé a dar vueltas por la habitación, mientras tarareaba una alegre canción y moviéndome al compás.

-Tarararará, tará ra, ra, tara rara....- Continué así hasta que me tiré a la cama a ver el techo esperando quien sabe qué. No tenía nada que hacer, bueno, en realidad si, pero ya nada me importaba. Pasaron los minutos y yo seguía ahí tumbada, perdiendo inútilmente el tiempo, mientras que aquella canción aun revoloteaba en mi cabeza. No me sentía bien desperdiciando vida así, pero tampoco tenía más en que ocuparme.

Cuando ya no sabía cuanto tiempo hacía que estaba así, oí que mi abuela llamaba desde abajo.

-¡Alice, baja un momento por favor!

Alcancé a oír a través de los muros que nos separaban. Con pesadumbre me levanté de la cama y baje las escaleras, repentinamente, la alegre melodía había desaparecido de mi mente. ¿Qué necesitaría?

-Pon la mesa, hazme el favor, la cena ya está casi lista.

-No voy a cenar.- A decir verdad, ya no tenía demasiados ánimos de nada.

-Al menos come algo, luego tendrás hambre y no quiero que te andes levantando a las tantas de la madrugada... -Quizás fue solo una impresión mía, pero sonó a que aquella frase llevaba consigo un cierto aire de reproche. ¡O sea que algo había escuchado la noche anterior! Yo sabía que era imposible que no hubiese oído... ¿Entonces, por qué no habría querido decirme nada?

-Bueno, si así lo quieres, supongo algo comeré.

Algo desganada, saqué del segundo cajón el mantel blanco con delicadas flores verdes bordadas en las puntas y lo extendí sobre la mesa del comedor. Tomé los platos del armario con sus respectivos vasos. Y coloqué servilletas y utensilios al tiempo que mi abuela venía a poner la comida. Había preparado un pollo raro con especias que no me hacían mucha gracia.

Entre destrozarlo un poco y comer otro tanto, terminé con el plato aun casi lleno. Ya que no tenía que hacer, solo se me ocurrió bañarme, aunque de todas formas me quedé esperando a que mi abuela termine de comer. Cuando acabó, recogí los platos y los dejé sobre la encimera de la cocina, no pensaba lavarlos, no, de ninguna forma. Después de todo, tenía cosas mas importantes que hacer... pff ¿A quién quiero engañar? Ni yo creo eso.

Pasé por mi habitación a buscar toallas y el pijama, y me dirigí al cuarto de baño. Simplemente abrí la ducha y me quedé allí un buen rato, mientras el agua me caía sobre la espalda. Terminé de bañarme poco antes de que se acabase el agua caliente. Me sequé el cabello sin mucha dedicación y me vestí. Aun no sabia bien que hacer, así que bajé a ver si había algo en la televisión.

Abajo, mi abuela se encontraba preparándose un té. No le di importancia y me dirigí directo al sofá, sobre el cual me desplomé y encendí la tele. No era tarde, pero quizás no me quería ver ahí ya que me mandó a dormir ni bien notó que me encontraba allí.

-Alice, estás mojando el sofá con tu cabello, sécalo que aun está goteando y ve a dormir, es demasiado tarde. -¿Desde cuando se preocupaba por la hora en la que me iba o no a dormir? No lo se, estaba extraña, me trataba mas indiferente de lo normal.

Con una cierta carga de resentimiento me levanté del sofá y emprendí camino a mi habitación, arrastrando los pies mientras subía la escalera. Si, le dejaría un rastro de agua por toda la casa ¿y qué? Ya nada me importaba, extrañamente, ahora estaba de mal humor.