sábado, 4 de septiembre de 2010

Capítulo 15 [Señor Descortés]

Supongo que debería intentarlo. Además, ¿qué podría perder?... La coherencia.
-Está bien, luego... veré cómo lograr eso... –Já, ¿A quien quería engañar? Si no lograba convencerme ni a mi misma.
-¿Qué? ¿Vas a decirme que aun no logras comprenderlo del todo? Oh, no, no es eso, tienes dudas sobre el camino ¿verdad? En eso no puedo ayudarte demasiado, ignoro mucho. Quizás Reich pueda explicarte el trayecto, así estarás más tranquila. Créeme, él debería darte una mano. ¿Que opinas? Es buena idea, ¿verdad? Ya lo creo, será mejor que venga.
Todo esto era muy interesante, claro, pero ya estaba dándome sueño otra vez... ¡maldición! No puedo creer que aun no logre permanecer despierta, que rabia...Bostecé. Inconscientemente, ya no podía soportarlo. Él lo notó, claro, nunca se le escapa nada.
-Estás cansada, no me sorprende, –no, claro que no; la próxima vez lo golpeo –ten. –Me extendió la caramelera que había visto hoy y la destapó –Toma uno, el que gustes –Que extraño, podría jurar que antes sólo había paletas, ahora también hay caramelos... Como sea, no me detendré en esos detalles, solo metí la mano y saqué una paleta verde. –Buena elección. Te hará bien. –Dijo sonriendo.
-Gracias –Sólo pude decir, un tanto extrañada.
No entendí muy bien que tenía que ver eso con que tuviese sueño, pero bueno. Saboreando la paleta estaba, cuando un esbelto y sumamente alto joven entró por la puerta. A primera vista me impresionó: era el típico niño bonito que tiene a toda la clase detrás de él. Eso ya hizo que me cayese mal. De todas formas debo admitir, era bastante apuesto. Tenía el cabello no muy corto y era plateado, si, blanco-plateado, increíble. Mediría dos metros seguros, y su contextura era extremadamente delgada. Daba la impresión de que se doblaría y caería, pero no; avanzaba con un andar muy seguro y erguido. Llevaba un jean azul ajustado, una camisa celeste y un chaleco rojo, interesante combinación... También usaba lentes; parecía más un empresario, pero no aparentaba ser mayor de veinte años.
-¿Así que ésta es la mocosa que, dices, puede lograrlo? -Eso fue lo primero que dijo al entrar. No, ni un saludo, ni una presentación, nada. Al parecer estaba en lo cierto, no me caería demasiado bien. Hatter, alarmado, intervino; ya veía venir mi reproche sobre los modales.
-¡Reich, Reich, un poco de respeto con la señorita! ...Si, ella es. -Concluyó con una leve sonrisa de satisfacción.
El susodicho me miró por encima del hombro con expresión de repugnancia. ¡¿Qué esperaba una princesita?! Bueno, yo tampoco pensaba verme envuelta en esto, lamento no ser lo que el señorito prefiere. Resignado, me tendió una mano. Llevaba guantes blancos, increíble.
-Alice, Reich. Un... gusto. -Genial, otro más que conoce mi nombre. Esto me dejará secuelas de paranoia.
Comenzaba a ruborizarme de la furia, cuando Hatter, previniendo que moliera a golpes a su amigo, explicó qué papel tenía en todo esto el Señor Descortés.

martes, 20 de abril de 2010

Capítulo 14 [Aun no comprendo]

Claro, claro. Entonces, pongamos esto en orden... Al parecer, por algún motivo que ignoro, aquí me conocen, o al menos Hatter. Si, Hatter: un extraño hombre, que habla extremadamente a prisa, está envuelto por un aura de felicidad... o locura, inconciencia, quien ideó este extraño plan de que sea reina y quien extrañamente me interesa tanto. Eso, quieren que sea reina, ¡Yo! Que idea tan descabellada, incluso para él. Además, ¿Cómo se supone que lo haga? Hatter dijo que al llegar a su castillo obtendría su mismo estatus. Como si acaso el simple hecho de pisar un lugar me convirtiese en una reina. Aunque... bueno, quien sabe, aquí todo es tan raro que...

-¿Alice?... ¿Alice, linda, estás bien? –Una repentina voz, suave pero con un deje de preocupación me trajo de vuelta a la realidad, o lo que se suponga que sea. Cuando logré salir de mi mente respondí.

-S-si, lo siento mucho, estaba... pensando. –Me sentía avergonzada, no corresponde quedarse mirando el vacío, inmerso en tus propios pensamientos estando frente a tu anfitrión.

-Oh, que alivio. No tienes de que disculparte bonita, nadie ha salido herido. –Sonrió. -Dime, ¿En qué pensabas? ¿Es que consideras poco posible el destronar a la Reina Roja? –Imposible diría yo –No imagines tonterías, o bueno, si, mejor hazlo, es saludable ¿Sabías?... ¿Que te decía? Ah, si, que claro que puedes quitarle el trono, ¿Cómo no serías capas de ello?

Y ahí iba de nuevo, aventurándose en mis pensamientos, era desconcertante y al mismo tiempo algo irritante, llegas a creer que no tienes control sobre lo que piensas.

-Eh, s...no. En realidad no comprendo muy bien cómo es eso de la... “conversión” a reina. ¿Que? ¿Adquiriría su mismo estatus y poder social y político? Pero no imagino como podría ser eso....

-¿Su mismo qué? ¿Eso se come?... ¿¡Y es sabroso!? –Su rostro se iluminó como el de un pequeño. Me hizo algo de gracia que no supiera lo que es el estatus socio-político, pero no dejó que le explique puesto que, intentando, fallidamente, recobrar la seriedad, continuó: -Es muy sencillo, llegas al castillo y eres reina. ¿Qué no comprendes?

Bueno, dicho así suena fácil; aunque no por eso coherente. De todas formas no me atreví a preguntar más, ¿Cómo podía no comprender algo tan simple?

miércoles, 24 de marzo de 2010

Capítulo 13 [No puedo ser reina]

Aquél té estaba extrañamente delicioso, no comprendo como logró saber que era mi favorito... También agarré una galletita, aunque no tenía hambre, al fin y al cabo acababa de desayunar, pero no debía ser descortés. Con una bastaría.

-Veo que te ha gustado ¿verdad? Sabía que así sería. No seas tímida linda, bebe mas té. -Esa seguridad que tenía al hablar era desconcertante, si, pero hasta podría llegar a volverse desesperante, ¿¡Cómo conoce cosas tan personales como si me agradó o no lo que acabo de beber!?

-La verdad que si, está magnífico el te... También las galletas, claro... Es solo que acabo de desayunar, eso es todo. Por lo general, acostumbro a tomar te por la tarde.

-Oh, pues, si, si, pero de todas formas cualquier momento es bueno para tomar té, ¿No crees?

-Ehm, si, supongo que si...- Bueno, en realidad no estoy tan segura de eso, pero no quería discutir sobre algo tan irrelevante como cuando es conveniente o no tomar té. Comenzaría mi interrogatorio, a eso era a lo que había ido.

-Disculpa, Hatter...-Me interrumpió antes que terminase la frase.

-Dime querida, ¿Sucede algo?

-Quisiera saber un poco mas de todo esto, es que es tan... confuso...

-Por supuesto, no hay problema, ¿qué deseas saber? ¿Algo sobre los demás habitantes de Wonderland? ¿Algo sobre la reina? ¿O la otra reina? ¿Sobre la flora, la fauna, el clima...? ¿Algo sobre mi quizás?... -Continuó hablando pero ya no le oía, una cosa había llamado mi atención: ¿Cómo es eso de que tienen dos reinas?

-No, no... Quisiera saber sobre... bueno, algo sobre mi.

-Eso será difícil querida, si tu no sabes sobre ti misma no puedes pretender que los demás lo hagan. ¿Qué esperas que sepa yo?

-Bueno, me refería a que me gustaría saber, para comenzar, por qué estoy aquí... ¿Para qué me... llamaron? ¿Qué es este lugar? ¿Y, por qué sabes tanto sobre mi?

-Tranquila, tranquila cariño, eres una chica muy curiosa. Comencemos por el principio: -¿Y terminemos por el final? -la razón por la cual quería que vinieses. Bueno, además de que tenía deseos de verte, claro. -Increíble...- Verás, como te comenté, las cosas no están muy calmadas por aquí. La reina roja quiere expandir su reinado y avanzar sobre territorio libre, como es éste. Lógicamente, todos los habitantes estamos en contra de esto, pero somos gente pacífica, no tenemos soldados ni armas ni nada en nuestras tierras.

Hizo una pausa para tomar un poco de su te, en la cual yo aproveché para preguntar:

-Comprendo, es terrible. Pero entonces, ¿Cómo hacen para defenderse?

-Afortunadamente, la Reina Blanca se enteró a tiempo de los planes de su hermana, para conquistar todo este territorio, y decidió ponerse de nuestro lado. Ha enviado cientos de soldados, pero de todas formas, el daño que la Reina Roja está causando es mucho...

-Claro, claro, pero...¿qué tiene que ver todo esto con la razón por la cual estoy aquí?

-A eso iba querida, no te apresures, verás, nuestra teoría es que si lograses llegar a su castillo, adquirirías el mismo poder que ella, serías como otra reina más, por lo que podrías detenerla sólo con la palabra.

-¿Estás diciendo que sería algo así como una especie de reina?

-¿Que no me has oído bien? Si, eso mismo estoy diciendo.

No, no, no de ninguna forma, yo no iba a ser reina de nada, y mucho menos de una tierra de dudosa existencia, que desconozco, y habitada por quien sabe qué criaturas. Ya tienen otra reina, que hable ella, ¿por qué yo? Además, ¿¡cómo se les ocurre pedirme que detenga a una reina!? ¡Yo, una simple chica! ¿¡Que no hay duques y caballeros y príncipes y todas esas cosas!? ¡Lo poco que entiendo del sistema monárquico lo aprendí en historia y justamente en esa clase me dormí! ¡Soy incapaz!... Alice, cálmate y habla con educación. No debo caer en pánico, no, no.

Respiré profundamente e intentando con todas mis fuerzas no estallar le dije:

-Pero si tienen otra reina, ¿Por qué no habla ella con la Reina Roja para que detenga la invasión? -Pero no lo logré por completo, al final de la frase mi tono se elevó denotando mi histeria.

-¡Hey, cálmate Alice! No hay necesidad de que te alteres así... -Hizo una expresión sarcástica de miedo, já.- La razón por la cual la Reina Blanca no la detiene es muy simple: ¿Quién le haría caso a su hermana pequeña?... Bah, en realidad, ya tienen una rivalidad hace años, no oiría una sola palabra de lo que dijese.

Sinceramente creo que a la Reina Blanca le divierte esto. Dudo que nos defienda por bondad o que tenga algún interés en nosotros, lo hace para tener una razón por la cual pelear contra su hermana, apostaría un juego completo de te a que es así, pero bueno, al menos está de nuestro lado, y eso hay que agradecerlo... -Concluyó con cierta pesadez.

domingo, 21 de febrero de 2010

Capítulo 12 [Hatter]

Al abrir los ojos, me encontraba en aquella habitación, la habitación de mi sueño, sólo que ésta vez, estaba parada bajo el marco de la puerta, ¡y era yo! la verdadera yo, tal y como había salido del mundo real instantes atrás y no esa... cosa de anoche. Sin pensarlo dos veces avancé hacia al juego de sillones, pero, al situarme frente a ellos, me llevé una sorpresa: Mi anfitrión no se encontraba allí. Debo admitir que eso me preocupó un poco, aunque no llegué al punto de caer en pánico. Respiré profundamente, me tranquilicé y decidí tomar el atrevimiento de sentarme. Tal y como en mi sueño, en el sofá largo; a decir verdad no estoy muy segura de por qué elegí ese sitio.

Comencé a admirar los detalles de la sala desde donde me encontraba: Frente a mí, una mesita no muy alta, de esas de café, color algarrobo con las patas torneadas y finos dibujos talladas en ellas. Sobre dicho mueble, encontrábase un pequeño recipiente con tapa, redondeado y chato. Era de color blanco con unas florcillas rosas pintadas. La curiosidad me impulsaba a hacerlo, pero mis modales me lo impedían. Finalmente, estiré mi brazo y al abrirlo, descubrí que se trataba de una caramelera. Estaba llena de pequeñas paletas y dulces de colores. Entonces, oi unas suaves pisadas del otro lado de la puerta, solté la tapa del recipiente debido al sobresalto, y le oí decir mientras cruzaba el umbral:

-¡Alice querida, ya has regresado! No te esperaba tan pronto, disculpa mi ausencia. Te he extrañado; un poco.

Entonces sabía que regresaría. Y... ¿Como es eso de que ‘un poco’? Bueno, más preguntas que hacer.

Con un paso firme y elegante, se acercó a donde me encontraba, hasta detenerse frente a mi. Tomó mi mano, la cual tenía sobre el regazo, si, la mano con el lazo violeta, y la besó. No estoy muy segura de esto, pero tengo el presentimiento de haberme sonrojado. Nunca nadie me había besado la mano como saludo. Acto seguido tomó asiento a mi lado, y no me dio tiempo siquiera a decir nada que ya estaba contestando mis preguntas aun no formuladas.

-Lamento no haberme presentado en ocasiones anteriores, es que nuestros encuentros fueron demasiado... fugaces. Comprendo que sientas que estás en desventaja, dado que yo conozco tu nombre pero no así tu el mío. Pues lamento decirte que soy incapaz de solucionar eso. Mi nombre se perdió hace mucho tiempo ya en el bosque, pasé demasiado tiempo allí, exiliado por... bueno, eso no importa, el caso es que yo salí, pero mi nombre quedó allí, quizás para siempre, no lo sé. Pero puedo mejorar tu situación un poco, llámame Hatter si así lo deseas. Déjame contarte un poco sobre mí.

-Gr-acias... creo-Agregué un poco extrañada por aquella repentina ráfaga de información. Así que Hatter...

-Oh, discúlpame, ¿querías decir algo?

-No... no, está bien, continúa.

-Gracias. Te decía... que la receta de los muffins... -No pude evitar una pequeña risita, pero él lo notó y al instante se detuvo en seco, y, con una extraña expresión, continuó -No, eso no estaba diciéndote. Querías saber algo sobre mi. Pues, no hay demasiado que decir, como habrás notado, esa es mi humilde morada. Vivo aquí los 365 días del año, excepto cuando viajo, aunque últimamente eso no es muy frecuente en mi. Ya no se puede estar seguro en casi ningún lugar aquí. Tienes suerte, ¿Sabes? Esta torre está protegida con hechizos de antaño, nada a sus alrededores puede ser destruido con esas cosas modernas y materiales que usan los soldados de la reina, bah, ¡puras baratijas!- Se detuvo un momento, como si hubiese perdido el hilo de la conversación, luego, continuó con un tono despreocupado.

-Lo siento, suelo... irme por las ramas, como dicen. Continuando... aquí vivo yo, con mi ama de llaves, es como una madre, siempre preocupándose por mi salud y esas cosas, ya sabes, es una mujer tan dulce. Y, creo estar seguro de que no lo has visto: allí abajo- dijo señalando la ventana a nuestra izquierda- está la madriguera de mi querido amigo Reich, ya lo has conocido. Es un viejo amigo, todo un aventurero, un gran joven, pero con todos estos problemas que últimamente están teniendo lugar en Wonderland, pues, ya verás, se le dificulta un poco su pasión por descubrir nuevos horizontes, así que lo he invitado el tiempo que desee a permanecer aquí. Como agradecimiento, suele hacer algunos recados por mi, como habrás notado.- Hablaba con tanta seguridad que llegaba a desconcertarme.

-¡Oye, ni siquiera has tocado tu taza! Vamos, bebe un poco de té, ¿El te de Chai es de tu agrado verdad? Había apostado a que si, literalmente, aposté con Reich que te gustaría. ¿Es por eso que no bebes?-Y una leve expresión de angustia comenzó a dibujarse en su rostro.

Argh, basta, mi cabeza no podía procesar tanta información junta y como si fuera poco hablaba a una velocidad increíble, aunque articulaba perfectamente cada palabra, y no paraba de cambiar de tema abruptamente. En fin, creo que lo correcto sería responder a su pregunta primero.

-¡No se preocupe, no se preocupe! Si me gusta el te de Chai... a decir verdad, es mi favorito.- No podía creer como lo sabía.

-Oh, eso es un alivio- Y añadió pensativo por lo bajo- ...eso significa que Reich me debe una nueva tetera...-Y continuó dirigiéndose a mi -¿Entonces por qué no bebes querida? Vamos, no tengas vergüenza, toma una galleta también.

En realidad ni siquiera había notado la presencia de las tazas, tetera, y bandeja con galletitas hasta que lo mencionó. Estoy segura de que cuando llegué esto no se encontraba ahí, sólo estaba la caramelera. Él no lo trajo, y nadie más entró a la habitación... Que extraño es todo. De todas formas, no podía rechazar su invitación, así que agarré la delicada tacita de porcelana con detallados diseños muy similares a las florcillas rosas del otro recipiente, y tomé un pequeño sorbo. Y también así, evité responder a su pregunta. Es que “no lo había visto” suena tan... tan tonto ¿Quien no ve una taza de te frente suyo?

viernes, 22 de enero de 2010

Capítulo 11 [Reproche]

Subí arrastrando los pies por la escalera, mientras que mi cabello iba formando un camino de gotitas detrás mío por donde pasaba. Tomé una toalla aun húmeda que había dejado sobre el sofá de mi habitación, con la que me sequé un poco más la cabeza para no empapar la almohada. Lo estrujé con pocos ánimos y arrojé la toalla a donde estaba antes. Con la mente en blanco y aun un poco malhumorada, me metí en la cama, me tapé y comencé a mirar la pared sin hacer ni pensar nada.

Los minutos empezaron a correr y cuando me di cuenta, estaba despierta, sentada en una hermosa sala de estar. Yo conocía ese lugar, claro que si, era la habitación donde él me había “invitado a tomar el te”. Me encontraba sentada en el largo sofá doble, y mi anfitrión a mi lado. Involuntariamente mi rostro tomó un color rojizo por la vergüenza de estar en pijama frente suyo, o mejor dicho a su lado, bah. Pero al mirar hacia abajo, denoté que llevaba puesto un enorme vestido negro, lleno de telas con puntilla por todos lados. En mis manos y antebrazos había unos larguísimos guantes a tono, calados, con diseños florales, y también noté llevaba el cabello recogido en algún extraño peinado. En otra situación quizás me hubiese agradado aquel atuendo, pero me resulto horrendo. Parecía salida de un funeral.

Él me hablaba de no se qué, a parte de que por algún extraño motivo no le prestaba atención, no podía entender nada de lo que decía:

-“¿adecus euq sarepse euQ? ,adatnes íuqa secah éuq es on Y”- Era tan extraño... como si no quisiese que comprenda... Parecia... estar hablando en un idioma que desconocia... No, ¡lo tengo! ¡Estaba hablando en reversa!

-¡it a odot árdnev on ,amsim it rop ogla zaH¡-

Haz algo... por ti mis-misma... no vn-vendrá todo a... a mi. Al comprender aquella frase me quedé helada y una presión apareció en mi garganta. Tenia tanta razón, no estaba haciendo nada por averiguar qué sucedía, solo esperaba a que las cosas vengan a mi. Ya vino demasiado hacia mi, tengo que esforzarme y buscar respuestas por mi misma ahora.

Desperté sobresaltada en mi cama y una capa de sudor me cubría el rostro. Miré sobre mi mesita de noche el reloj: 6:32. No había dormido mucho más de tres o cuatro horas, así que no podía levantarme ahora a emprender mi búsqueda. Sin contar que eran “las tantas de la madrugada”. De todas formas, no podía ir sin haber descansado bien o caería rendida al poco tiempo... Me acomodé del otro lado de la cama e hice un esfuerzo por volverme a dormir pensando en lo que acababa de soñar. Esta vez, mi descanso no fue interrumpido hasta eso de las 10 y algo, que el sol ya empezaba a molestar y mi abuela hacia ruido abajo.

De acuerdo, tenia que comenzar a pensar qué haría... No. No iba a pensar nada, solo lo haría. Iría a hablar con... caí en la cuenta de que ignoraba su nombre. Pero él conocía el mío, eso no era justo. Bueno, esa sería una de las cosas que le preguntaría. Necesitaba saber qué querían de mi, o qué era yo para ellos, por qué a mi... Cientos de preguntas comenzaron a revolotear, y rápidamente llenaron mi cabeza.

Sin pensarlo, saqué algo de ropa del armario y me vestí, luego bajé mecánicamente a desayunar algo, casi no pensaba lo que hacía, mi mente estaba cuestionándose miles de cosas, haciendo hipótesis sobre nada y derrumbándolas al mismo tiempo. Me serví un poco de leche y mientras se calentaba me estiré hasta la alacena para tomar unas galletitas de agua. Al oír el timbre del microondas saqué mi taza y fui a sentarme en la mesa del comedor. Mi abuela estaba en el jardín cuidando sus plantas, genial, no molestaría con preguntas extrañas, por qués y cómos. ¡Maldición! Estaba demasiado caliente la leche. Detesto la leche fría, no comprendo como hay gente que puede tomarla así, pero esto era demasiado. Empecé a revolver el líquido blanco manchado de cacao enérgicamente con la cucharita mientras con la otra mano comía trocitos de galleta. En realidad todo esto del desayuno eran puras formalidades, una estructura diaria, porque lo que realmente quería era terminar para poder ir lo más rápido posible al ático. Tenía que regresar.

La maldita leche seguía sin enfriarse, y yo ya me había comido casi todo el paquete de galletitas. Tomé unos sorbos como pude mientras terminaba de comer. Con la mitad de la taza aun llena, me levanté, tiré a la basura el paquete vacío y dejé los restos de mi desayuno sobre la mesada de la cocina. Entonces, emprendí camino. Iría a buscar información, todo lo que pudiese saber quería saberlo. Antes de subir al ático, pase por el baño a lavarme la cara y peinarme un poco, no la gran cosa, pero tampoco podía parecer recién salida de un ataque de zombies. Y ahora si, al espejo.

Sabía que lograría entrar al primer intento, estaba segura de eso. Y así fue.

jueves, 14 de enero de 2010

Capítulo 10 [Emociones Cambiantes]

Noté que ya estaba anocheciendo, maldición, otra vez pierdo la noción del tiempo allí. Bajé a ver si mi abuela estaba preparando algo de cenar. No, se había quedado dormida en el sofá. Bueno, tampoco era hora de la cena. De todas formas no tenia hambre, me sentía fantástica. No sabía bien que hacer. Sueño no tenía, hambre tampoco, no quería solo sentarme a recordar, debía hacer algo pero qué... ¿qué?

Subí a mi habitación sin un propósito específico. Quizás leería algo; no lo se. Busqué entre los libros que tenía, pero no me apetecía ninguno. Me eché en el sillón a mirar a la nada. No quería intentar hacer algo en el ático, sabía que nada sucedería. Eso me llamaría cuando quisiese que vaya, así que sólo podría esperar. Sin saber que hacer, comencé a dar vueltas por la habitación, mientras tarareaba una alegre canción y moviéndome al compás.

-Tarararará, tará ra, ra, tara rara....- Continué así hasta que me tiré a la cama a ver el techo esperando quien sabe qué. No tenía nada que hacer, bueno, en realidad si, pero ya nada me importaba. Pasaron los minutos y yo seguía ahí tumbada, perdiendo inútilmente el tiempo, mientras que aquella canción aun revoloteaba en mi cabeza. No me sentía bien desperdiciando vida así, pero tampoco tenía más en que ocuparme.

Cuando ya no sabía cuanto tiempo hacía que estaba así, oí que mi abuela llamaba desde abajo.

-¡Alice, baja un momento por favor!

Alcancé a oír a través de los muros que nos separaban. Con pesadumbre me levanté de la cama y baje las escaleras, repentinamente, la alegre melodía había desaparecido de mi mente. ¿Qué necesitaría?

-Pon la mesa, hazme el favor, la cena ya está casi lista.

-No voy a cenar.- A decir verdad, ya no tenía demasiados ánimos de nada.

-Al menos come algo, luego tendrás hambre y no quiero que te andes levantando a las tantas de la madrugada... -Quizás fue solo una impresión mía, pero sonó a que aquella frase llevaba consigo un cierto aire de reproche. ¡O sea que algo había escuchado la noche anterior! Yo sabía que era imposible que no hubiese oído... ¿Entonces, por qué no habría querido decirme nada?

-Bueno, si así lo quieres, supongo algo comeré.

Algo desganada, saqué del segundo cajón el mantel blanco con delicadas flores verdes bordadas en las puntas y lo extendí sobre la mesa del comedor. Tomé los platos del armario con sus respectivos vasos. Y coloqué servilletas y utensilios al tiempo que mi abuela venía a poner la comida. Había preparado un pollo raro con especias que no me hacían mucha gracia.

Entre destrozarlo un poco y comer otro tanto, terminé con el plato aun casi lleno. Ya que no tenía que hacer, solo se me ocurrió bañarme, aunque de todas formas me quedé esperando a que mi abuela termine de comer. Cuando acabó, recogí los platos y los dejé sobre la encimera de la cocina, no pensaba lavarlos, no, de ninguna forma. Después de todo, tenía cosas mas importantes que hacer... pff ¿A quién quiero engañar? Ni yo creo eso.

Pasé por mi habitación a buscar toallas y el pijama, y me dirigí al cuarto de baño. Simplemente abrí la ducha y me quedé allí un buen rato, mientras el agua me caía sobre la espalda. Terminé de bañarme poco antes de que se acabase el agua caliente. Me sequé el cabello sin mucha dedicación y me vestí. Aun no sabia bien que hacer, así que bajé a ver si había algo en la televisión.

Abajo, mi abuela se encontraba preparándose un té. No le di importancia y me dirigí directo al sofá, sobre el cual me desplomé y encendí la tele. No era tarde, pero quizás no me quería ver ahí ya que me mandó a dormir ni bien notó que me encontraba allí.

-Alice, estás mojando el sofá con tu cabello, sécalo que aun está goteando y ve a dormir, es demasiado tarde. -¿Desde cuando se preocupaba por la hora en la que me iba o no a dormir? No lo se, estaba extraña, me trataba mas indiferente de lo normal.

Con una cierta carga de resentimiento me levanté del sofá y emprendí camino a mi habitación, arrastrando los pies mientras subía la escalera. Si, le dejaría un rastro de agua por toda la casa ¿y qué? Ya nada me importaba, extrañamente, ahora estaba de mal humor.