jueves, 10 de septiembre de 2009

Capítulo 1 [Un Comienzo]

¿Señorita McGee?... ¡Señorita McGee!-. Esa voz me devolvió a la realidad.- ¡¿Señorita McGee, acaso considera aburrida mi clase de lógica?!- Maldita realidad.

Y he aquí, otro aburrido día de escuela... Como desearía ya no tener que estar aquí nunca mas, ni soportar las odiosas clases de lógica. De verdad, ¿a quién le importa si A+B=C? Ahora vienen a decirnos que hagamos cuentas con letras pfff, y encima, tienen el descaro de llamarle lógica.- ¡... y si vuelve a suceder se deberá retirar de mi clase!, ¿comprendió señorita McGee? Ahora, continuemos con la clase, que por culpa de la señorita McGee debí interrumpir-. Por fin el sermón había terminado.


En casa de mi abuela, mi hermana menor jugaba con sus muñecas en la sala, mientras mi abuela cocinaba algo en la cocina, posiblemente brownies; para mi hermana, obvio. Siempre me molestó esa actitud. De todas formas, sentía un extraño aprecio por mi abuela, o curiosidad o... no se, pero disfrutaba de ir de visita ocasionalmente.

Creo que ya es usual en las abuelas que tengan una enorme casa, decorada con hermosos muebles antiguos, ventanas que no dejan que entre bien el sol, haciéndola algo lúgubre, y siempre, todo sin una mota de polvo. Es tan... pintoresco. Como de costumbre, había un enorme ático, lleno de cosas maravillosas prácticamente tiradas. Recuerdo claramente, un día, yo era pequeña y había entrado allí corriendo, tropecé con una tela y caí al piso. Frente mío había un enorme espejo que fácilmente triplicaba mi altura. Me paré y me contemplé a mi misma por un largo rato, como lo haría tantas veces hasta el día de hoy. Tenía algo tan cautivador... Mi abuela me había contado que estaba allí desde mucho antes que yo naciera. No comprendía como una cosa tan hermosa no estaba en su habitación, o en algún otro cuarto. Me respondió que la hacía sentir observada, y por momentos, hasta incluso alejada de la realidad. Así que era cierto, realmente tenía algo especial... o al menos no era la única loca.

Del día en que me contó aquello habrán pasado unos seis años, posiblemente yo tuviese diez o nueve por ese entonces, y no comprendía muy bien la realidad que me rodeaba... aunque sigo sin comprenderla, y seguramente nunca lo termine de hacer.

-Si que eres estúpida, mírate, viendo la televisión estando apagada.- Mi hermana se burló de mi. Solía hacerlo. Maldita liliputiense. Otra vez me había sumido en mis pensamientos, olvidando el mundo que me rodeaba. Solía sucederme, y aun más últimamente.

Mi abuela llegó con la bandeja de brownies y se los dio a mi hermana, obviamente, sin ofrecerme antes; luego, me encendió el televisor. Me levanté, lo apagué y tomé un brownie de la bandeja sin pedírselo. Creo que esto último ya era costumbre. Ni que me encantaran, pero siempre estaban buenos.

Oí que tocaban el timbre; seguramente era mi mamá, ya se hacia tarde. Fui a abrir la puerta y mi abuela llegó tras de mi unos segundos después. Efectivamente, era mi madre. Estuvo un rato charlando con mi abuela, y luego se fue con mi hermana. Era viernes, así que decidí quedarme a dormir allí.

Demás está decir que pasé una extraña noche.



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