jueves, 14 de enero de 2010

Capítulo 10 [Emociones Cambiantes]

Noté que ya estaba anocheciendo, maldición, otra vez pierdo la noción del tiempo allí. Bajé a ver si mi abuela estaba preparando algo de cenar. No, se había quedado dormida en el sofá. Bueno, tampoco era hora de la cena. De todas formas no tenia hambre, me sentía fantástica. No sabía bien que hacer. Sueño no tenía, hambre tampoco, no quería solo sentarme a recordar, debía hacer algo pero qué... ¿qué?

Subí a mi habitación sin un propósito específico. Quizás leería algo; no lo se. Busqué entre los libros que tenía, pero no me apetecía ninguno. Me eché en el sillón a mirar a la nada. No quería intentar hacer algo en el ático, sabía que nada sucedería. Eso me llamaría cuando quisiese que vaya, así que sólo podría esperar. Sin saber que hacer, comencé a dar vueltas por la habitación, mientras tarareaba una alegre canción y moviéndome al compás.

-Tarararará, tará ra, ra, tara rara....- Continué así hasta que me tiré a la cama a ver el techo esperando quien sabe qué. No tenía nada que hacer, bueno, en realidad si, pero ya nada me importaba. Pasaron los minutos y yo seguía ahí tumbada, perdiendo inútilmente el tiempo, mientras que aquella canción aun revoloteaba en mi cabeza. No me sentía bien desperdiciando vida así, pero tampoco tenía más en que ocuparme.

Cuando ya no sabía cuanto tiempo hacía que estaba así, oí que mi abuela llamaba desde abajo.

-¡Alice, baja un momento por favor!

Alcancé a oír a través de los muros que nos separaban. Con pesadumbre me levanté de la cama y baje las escaleras, repentinamente, la alegre melodía había desaparecido de mi mente. ¿Qué necesitaría?

-Pon la mesa, hazme el favor, la cena ya está casi lista.

-No voy a cenar.- A decir verdad, ya no tenía demasiados ánimos de nada.

-Al menos come algo, luego tendrás hambre y no quiero que te andes levantando a las tantas de la madrugada... -Quizás fue solo una impresión mía, pero sonó a que aquella frase llevaba consigo un cierto aire de reproche. ¡O sea que algo había escuchado la noche anterior! Yo sabía que era imposible que no hubiese oído... ¿Entonces, por qué no habría querido decirme nada?

-Bueno, si así lo quieres, supongo algo comeré.

Algo desganada, saqué del segundo cajón el mantel blanco con delicadas flores verdes bordadas en las puntas y lo extendí sobre la mesa del comedor. Tomé los platos del armario con sus respectivos vasos. Y coloqué servilletas y utensilios al tiempo que mi abuela venía a poner la comida. Había preparado un pollo raro con especias que no me hacían mucha gracia.

Entre destrozarlo un poco y comer otro tanto, terminé con el plato aun casi lleno. Ya que no tenía que hacer, solo se me ocurrió bañarme, aunque de todas formas me quedé esperando a que mi abuela termine de comer. Cuando acabó, recogí los platos y los dejé sobre la encimera de la cocina, no pensaba lavarlos, no, de ninguna forma. Después de todo, tenía cosas mas importantes que hacer... pff ¿A quién quiero engañar? Ni yo creo eso.

Pasé por mi habitación a buscar toallas y el pijama, y me dirigí al cuarto de baño. Simplemente abrí la ducha y me quedé allí un buen rato, mientras el agua me caía sobre la espalda. Terminé de bañarme poco antes de que se acabase el agua caliente. Me sequé el cabello sin mucha dedicación y me vestí. Aun no sabia bien que hacer, así que bajé a ver si había algo en la televisión.

Abajo, mi abuela se encontraba preparándose un té. No le di importancia y me dirigí directo al sofá, sobre el cual me desplomé y encendí la tele. No era tarde, pero quizás no me quería ver ahí ya que me mandó a dormir ni bien notó que me encontraba allí.

-Alice, estás mojando el sofá con tu cabello, sécalo que aun está goteando y ve a dormir, es demasiado tarde. -¿Desde cuando se preocupaba por la hora en la que me iba o no a dormir? No lo se, estaba extraña, me trataba mas indiferente de lo normal.

Con una cierta carga de resentimiento me levanté del sofá y emprendí camino a mi habitación, arrastrando los pies mientras subía la escalera. Si, le dejaría un rastro de agua por toda la casa ¿y qué? Ya nada me importaba, extrañamente, ahora estaba de mal humor.

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