sábado, 4 de septiembre de 2010

Capítulo 15 [Señor Descortés]

Supongo que debería intentarlo. Además, ¿qué podría perder?... La coherencia.
-Está bien, luego... veré cómo lograr eso... –Já, ¿A quien quería engañar? Si no lograba convencerme ni a mi misma.
-¿Qué? ¿Vas a decirme que aun no logras comprenderlo del todo? Oh, no, no es eso, tienes dudas sobre el camino ¿verdad? En eso no puedo ayudarte demasiado, ignoro mucho. Quizás Reich pueda explicarte el trayecto, así estarás más tranquila. Créeme, él debería darte una mano. ¿Que opinas? Es buena idea, ¿verdad? Ya lo creo, será mejor que venga.
Todo esto era muy interesante, claro, pero ya estaba dándome sueño otra vez... ¡maldición! No puedo creer que aun no logre permanecer despierta, que rabia...Bostecé. Inconscientemente, ya no podía soportarlo. Él lo notó, claro, nunca se le escapa nada.
-Estás cansada, no me sorprende, –no, claro que no; la próxima vez lo golpeo –ten. –Me extendió la caramelera que había visto hoy y la destapó –Toma uno, el que gustes –Que extraño, podría jurar que antes sólo había paletas, ahora también hay caramelos... Como sea, no me detendré en esos detalles, solo metí la mano y saqué una paleta verde. –Buena elección. Te hará bien. –Dijo sonriendo.
-Gracias –Sólo pude decir, un tanto extrañada.
No entendí muy bien que tenía que ver eso con que tuviese sueño, pero bueno. Saboreando la paleta estaba, cuando un esbelto y sumamente alto joven entró por la puerta. A primera vista me impresionó: era el típico niño bonito que tiene a toda la clase detrás de él. Eso ya hizo que me cayese mal. De todas formas debo admitir, era bastante apuesto. Tenía el cabello no muy corto y era plateado, si, blanco-plateado, increíble. Mediría dos metros seguros, y su contextura era extremadamente delgada. Daba la impresión de que se doblaría y caería, pero no; avanzaba con un andar muy seguro y erguido. Llevaba un jean azul ajustado, una camisa celeste y un chaleco rojo, interesante combinación... También usaba lentes; parecía más un empresario, pero no aparentaba ser mayor de veinte años.
-¿Así que ésta es la mocosa que, dices, puede lograrlo? -Eso fue lo primero que dijo al entrar. No, ni un saludo, ni una presentación, nada. Al parecer estaba en lo cierto, no me caería demasiado bien. Hatter, alarmado, intervino; ya veía venir mi reproche sobre los modales.
-¡Reich, Reich, un poco de respeto con la señorita! ...Si, ella es. -Concluyó con una leve sonrisa de satisfacción.
El susodicho me miró por encima del hombro con expresión de repugnancia. ¡¿Qué esperaba una princesita?! Bueno, yo tampoco pensaba verme envuelta en esto, lamento no ser lo que el señorito prefiere. Resignado, me tendió una mano. Llevaba guantes blancos, increíble.
-Alice, Reich. Un... gusto. -Genial, otro más que conoce mi nombre. Esto me dejará secuelas de paranoia.
Comenzaba a ruborizarme de la furia, cuando Hatter, previniendo que moliera a golpes a su amigo, explicó qué papel tenía en todo esto el Señor Descortés.

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